La Experiencia de Isabel

Para mí fue angustioso porque no podía casi ni respirar y mucho menos cantar y de repente había perdido los dos recursos en los que más confiaba para el parto. Yo le decía a mi marido llorando: pero cómo voy a parir así si no puedo ni respirar!! Y le decía a mi bebé que se esperara, que mamá no estaba preparada.
Así llegó el 21 de febrero, que era el día en que salía de cuentas y tenía que ir a monitores al hospital. Esa mañana me levanté un poco rara, como con presión debajo de las costillas. En monitores me dijeron que todo estaba tranquilo y pasé con la ginecóloga, que me dijo que todavía estaba bastante verde. Me hizo una eco y de repente me dijo: pero si está en podálica!! Casi me da algo, solo quería llorar, porque ya me veía con una segunda cesárea, que era lo que quería evitar a toda costa.
La verdad es que me dieron mucha confianza y yo me tranquilicé bastante, pero aún así pensé que esa tarde tenía que volver a hacer yoga (llevaba varios días sin ir a cuenta del catarrazo). Así que eso hice, hice la clase de yoga con mi profesor pero en streaming en vez de asistir al grupo y por la noche, como yo no podía cantar, le pedí a mi marido que hiciese vocalizaciones en la parte baja de mi barriga y en el pubis, porque pensé que a lo mejor el bebé, que se activaba mucho cuando yo cantaba o tocaba (no sé si te conté que soy violinista), se podía mover. Pues funcionó!!! A la mañana siguiente fuimos al hospital para la versión cefálica y una matrona me palpó la barriga y me dijo: creo que se te ha colocado.
Me hicieron una eco y efectivamente, ahí estaba Blas con su cabecita perfectamente encajada. Nos dio un subidón tremendo, pero claro, también me dijeron que si en una semana no me ponía de parto, me lo inducirían en la 41. Mi marido les preguntó que qué podíamos hacer y nos dijeron lo típico, pasear, moverme, y tener relaciones por aquello de las prostaglandinas.
Esos días seguí muy congestionada y muy cansada, pero ya el viernes me vi con fuerzas y eso hicimos, jejej. Fue un día muy bonito, entre risas y lágrimas, porque yo me sentía una piltrafilla con tantos mocos, pero a la vez ya me sentía capaz de parir, y acabamos la tarde bailando los dos junto con mi hija mayor.
Y por fin, esa noche del viernes al sábado, a eso de las 4 empecé con contracciones y a las 11 h nació Blas. Me desperté por las molestias, pero eran olas bastante suaves. Estuve respirando sin levantarme, pero se fueron haciendo más intensas hacia las 5. Me levanté y empecé a moverme por la habitación, en oscuridad, no quería dar la luz, moviendo caderas, respirando y ahí ya tuve claro que sí que era el momento.

Di algo de luz tenue y desperté a mi marido para avisarle y yo empecé a vocalizar. Cada vez que venía una ola me concentraba en la voz y el cuerpo me pedía balancearme. Estuve de pie, apoyada en la cama, a cuatro patas sobre la cama, pero siempre igual: con la ola, vocalizaba y balanceo y casi siempre ojos cerrados, pensando en abrirme. Noté un “pop” y las aguas que salían, no mucho y eran claras, así que estaba tranquila.
Mi marido avisó a los amigos que venían a quedarse con nuestra hija mayor y mientras yo me duché, me vestí, todo sin prisa. Las contracciones eran cada vez más seguidas y más intensas pero cuando venía, lo mismo: me quedaba donde estuviera, cerraba los ojos, me concentraba en la voz, en abrir la garganta y me balanceaba hacía los lados.
Al ir al hospital se paró un poco el proceso porque al amanecer en Burgos en febrero, imagínate el frío…y el llegar al hospital, las luces, el tener que hablar me molestó muchísimo y me sacó de donde yo estaba. Me llevaron a una sala de dilatación, donde me monitorizaron y me hicieron un tacto y estaba de apenas un centímetro pero me dijo la matrona que estaba el cuello muy blandito y muy favorable.
En seguida nos dejaron solos a mi marido y a mí y ya me pude levantar de la cama y volví otra vez con mis olas más seguidas, la AAAA, garganta abierta, balanceo, ojos cerrados… y ahí entré en lo que entendí perfectamente lo que era el planeta parto, porque tengo como una nube, perdí completamente la noción del tiempo, no me acuerdo de casi nada, solo del estado mental en el que me encontraba. Lo he reconstruido hablando con mi marido, jjaja. Sé que a veces me apoyaba en sus hombros, a veces en la camilla, a veces contra la pared…y sé que después pedí la pelota y estuve un buen rato con movimientos sobre ella. Entonces me hicieron otro tacto (que yo no recuerdo) y me dijo mi marido que estaba de 3 centímetros.
Yo solo recuerdo que la matrona me tocó el hombro y suavemente me dijo que si deseaba la epidural (yo estaba tan en mí, que se me había olvidado darles el plan de parto y a mi marido también), le contesté que prefería seguir así sin ella y me dijo que sin problema, que ya no me la volvía a ofrecer pero que si yo cambiaba de opinión, la llamara. Algún tiempo después, me dijeron que me pasaban ya a paritorio para que ya me quedara allí y estar más a gusto.
Me pusieron una cinta de monitorizar pero inalámbrica así que me podía mover sin problema y me dijo mi marido que les pedí bajar las persianas. Ahí ya sí que empezó a ser heavy metal, jajaj. Las contracciones eran super seguidas y muy muy intensas y largas, y tenía que respirar muchas veces para poder seguir con mis sonidos, que más bien eran eso que tú nos contabas, como gruñidos super graves y animales. Al cabo de otro rato vino la matrona que después estaría conmigo el resto del parto y me dijo preguntó si tenía ganas de empujar. Yo sentía ganas, pero no mucho aún y me dijo que si quería que me explorara porque ella pensaba que ya casi estaba completa. Ahí sí tuve un momento: ay, dios, como me diga que estoy de 6 cm no sé si aguanto, que esto es suuuuper intenso. Me exploró allí mismo, estando yo de pie. Pero efectivamente ya casi estaba y solo unas pocas olas después ya sentí ganas de empujar de verdad.
Y entré como en otro estado diferente, el dolor intenso de las últimas contracciones desapareció por completo. Estaba súper tranquila y muy consciente entre una ola y otra, y cuando venía era muy intensa la sensación de empujar. La matrona que estuvo conmigo fue genial, me dijo que me pusiera como yo estuviera más cómoda. Así que pasé por un montón de posturas, porque al final estuve como una hora de expulsivo: primero a cuatro patas sobre la camilla, después igual con una pierna levantada, la mayor parte de pie con una sábana que enganchó de una barra y de la que me podía “colgar” y también de los hombros de mi marido. En la sala hacía calor así que pude estar desnuda y me dejaron quitarme la mascarilla, cosas ambas que agradecí y me liberaron mucho. Estábamos a oscuras y con una luz para la matrona solamente.
Tenía sed y mi marido me iba dando agua. La matrona tenía un espejo que puso en el suelo cuando yo estaba de pie y me dijo que podía ver si quería la cabeza del bebé, aunque yo estaba bastante con los ojos cerrados. Yo notaba que Blas salía y volvía a entrar y en los pujos de cada ola salía más aunque después volvía a entrar. Cuando llevaba cerca de una hora, me entró un poco de desesperación, porque ya estaba empezando a notar el cansancio y decía: no quiere salir, por qué no sale? (Después lo he agradecido, porque ya me dijeron que gracias a haber sido tan progresivo no me desgarré y mi suelo pélvico salió indemne, jeje, el cuerpo hizo su trabajo (apenas tuve un pequeño desgarro de grado uno).) La matrona todo el rato fue muy cariñosa y cuando tuve ese momento de flojera, me decía que iba fenomenal y que ya estaba casi casi aunque me comentó que por los protocolos de este hospital, si pasábamos de una hora, tendría que llamar a las ginecólogas que querrían ayudarme con la ventosa, pero que iba a intentar ganar un poco de tiempo.
Cuando me dijo eso, me salió el instinto y pensé: no, no, no, ni de broma ventosa, voy a ayudar a mi bebé y va a venir ya, jejej. La matrona me propuso cambiar de postura porque ya estaba cansada de estar de pie. Como no había silla de partos me propuso sentarme en el váter. Estuve un par de contracciones ahí, pero no estaba cómoda, así que al final me puse en la cama de partos sentada, como al borde y en dos pujos más, Blas ya salió. Pude tocarle la cabecita cuando estaba coronando, que me impresionó mucho. Luego la matrona me dijo que lo cogiera yo y me lo puse sobre mí y fue maravilloso (me ayudó ella porque se me escurría, jajaja).
Me sorprendió muchísimo que en cuanto lo tuve encima, estaba como a tope de energía, no sentía ni cansancio, ni dolor, como si pudiera volver a parir de nuevo. Blas se enganchó al pecho enseguida, antes de cortar el cordón (lo cortó mi marido al cabo de un buen rato, cuando ya no tenía latido) y así estuvimos más de dos horas, que nos dejaron a los tres solitos en la sala, haciendo el piel con piel con mi cachorrito. Ah, la placenta salió fácil y yo la quise ver. La matrona nos la enseñó y nos explicó todas las partes, me encantó! También nos ofreció hacer una imprimación de la placenta si queríamos, aunque finalmente no lo hicimos.
Por su puesto, ni rastro del catarro, la tos y la congestión durante todo el parto y hasta unas cuantas horas después, jaja, qué sabio es el cuerpo!
Fue un parto increíble, maravilloso, lo vivo como un regalo que me ha sanado algunas cosas de la cesárea de mi primera hija. Ya no queremos tener más hijos, pero la verdad es que volvería a parir mañana!
El recurso de la voz me ayudó muchísimo en el parto y te estoy muy agradecida por el trabajo que haces y todo lo que compartes.
Muchas gracias, Esther!!

