Suerte que cada vez tenemos más conciencia sobre cómo recibimos la vida, cómo le damos la bienvenida. Suerte para nuestras hijas e hijos, por supuesto. Y suerte también para nosotros, madres y padres, que dando la bienvenida con amor, con escucha, con presencia, con respeto, podemos tener el regalo de vivir uno de los momentos más mágicos e inolvidables de toda nuestra vida. Porque cantar a tu bebé en tus brazos cuando acaba de nacer, mientras le miras a los ojos y de repente puedes tocarle, sentirle, olerle… es un acto único que se queda grabado en lo más profundo del corazón.

Faltan palabras para expresar lo que se siente cuando cantas a tu bebé por primera vez en esta nueva etapa y sientes cómo reconoce tu voz, tu canto, la sensación del significado profundo del acto que estás realizando (reconociendo la solemnidad del momento)… y a través de todo ello en conjunto os volvéis a re-conocer de nuevo. Faltan palabras. Creo que por ésto se canta, porque las palabras no llegan a alcanzar semejante momento.

Es precioso conocer cómo algunas culturas más conectadas con la tierra, con los ciclos, con la sacralidad de la vida (no es de extrañar) tienen su propia tradición de “algo semejante” a este canto de bienvenida. Hay tradiciones en que incluso antes de concebir la madre (a veces acompañada del padre) sale del poblado y no regresa hasta que encuentra la melodía del nuevo ser, su canción. En otras culturas durante el embarazo se busca una canción especial para el nuevo miembro de la comunidad. Una canción que por supuesto se le canta cuando nace para darle la bienvenida. Pero no sólo queda ahí, también se le canta si en algún momento de su vida aquella persona se “desvía”, por así decirlo, de su camino. No se le castiga, sino que la comunidad se reúne y le vuelve a cantar su canción, la canción que le recuerda su esencia, la que cada uno confía que le conectará de nuevo con el ser que es, y volverá a retomar con certeza su camino.

Algo así sentí componer para mi propio hijo en su gestación. Primero tomó forma de texto, más adelante llegó la melodía y se hizo canción. Espero que toda su vida le acompañe.
Y estuve feliz cuando creé “Bienvenida la Vida” de compartirla. Porque si inspirara a otras mujeres y familias me sentiría absolutamente honrada. Tengo la firme convicción que cambiando la forma de gestar, parir y recibir la vida estamos sembrando las bases de un mundo más humano, divinamente humano.

Con Amor, Esther.

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