Siempre que recibo uno de vuestros relatos de parto me estremezco de emoción y alegría.
Para mí es una bendición acompañaros en que podáis tener más presente la conexión con vuestra voz… y a través de ella con vuestro cuerpo… vuestra vagina… vuestro Ser.

Os agradezco muchísimo también que compartáis vuestro testimonio tan generosamente para ayudarme a difundir y que estas informaciones puedan llegar cada día a más mujeres, como está sucediendo. En el último taller de voz en el parto habían tantas mujeres embarazadas y parejas como parteras, comadronas, estudiantes y doulas. Para mí es una gran alegría!

Gracias especialmente en el día de hoy a Oihane, con la que trabajé por Skype ya que vivimos muuuy lejos (dejando clarísimo que las distancias importan bien poco). Su manera de expresarse llega muy profundo… casi puedo ver la cara de esa ginecóloga maravillada con ese “Mira mira! nunca había visto nada así!, parece que está cantando!”. Es genial!!!

Disfrutadlo porque es muy hermoso
Esther


“Hola Esther!!

Por fin te escribo…
No ha sido por falta de ganas. Ha sido un año muy intenso, y bastante duro. He tenido poca ayuda y ningún tiempo libre, y el poco que tenía lo he dedicado a descansar, porque Ibai se ha despertado muy a menudo por las noches hasta hace bien poco.

¡No sabes cómo me alegro de haber contactado contigo y haber hecho la videoconferencia!

El parto fue genial. Estuve dilatando en el parque, mientras mi hijo mayor jugaba, y después en casa, y cuando las contracciones eran regulares avisé a Rosa, una conocida que es matrona en el hospital en el que iba a dar a luz. Ella me había dicho que le llamara, y aunque el parto iba a ser de noche, hacia las 9 de la noche le avisé que estaba de parto y que cuando las contracciones fueran más seguidas iríamos al hospital. Pensaba que me iba a decir que no se podía acercar, porque tiene dos niños pequeños, pero no fue así. Me dijo que en cuanto saliera hacia el hospital le avisara.

Y cuando estaba en la sala de espera de los monitores, al poco de llegar nosotros, llegó ella. Se asustó un poco: “qué bien estás, no?” Creo que pensó que nos volveríamos todos a casa con el bebé aún en la barriga. Me puso los monitores. Las contracciones eran regulares, pero las soportaba bien con las respiraciones. Rosa me dijo que tal y como estaba seguramente iríamos a una sala de dilatación de abajo, que aún quedaría mucho. Entretanto íbamos contándonos cómo había ido el verano. Cuando venía una contracción le decía “espera…”, me concentraba en ella y en mi respiración hasta que pasaba, y seguíamos charlando.

Cuando acabé en monitores, me pasaron a la consulta de la ginecóloga, que me miró de refilón. Creo que le di pena. “Las contracciones son regulares, y bastante fuertes, no?”. Lo estaba viendo en la hoja de los monitores. Pero tal y como me veían, pensaban que todo iba a ir para largo. “Cámbiate y túmbate, que te vamos a mirar”. Me tumbé en la camilla para que me hicieran el tacto, y de repente a la ginecóloga se le pusieron los ojos como platos. “Mira, mira!!” Le dijo a Rosa. Rosa no quería hacerme otro tacto. “No, da igual, ¿de cuánto está?” “No, no, mira, mira!!” Y al final me hizo el tacto. “¡Está de ocho!” dijo. “¡Nunca había visto nada así!” dijo la ginecóloga. Mientras rellenaban el cuaderno del embarazo, me vino una contracción, así que dejé de hablar con ellas, me concentré en mi respiración y me balanceé suavemente. “Mira, si parece que le está cantado!!”. Y ahí les dejé, boquiabiertas, y pensando para mi misma que aún no, que aún no le cantaba, pero que lo haría en seguida…

Rosa nos llevo a una sala de partos, y nos quedamos en la zona de la dilatación, donde sólo hay una cama. Le pedí una pelota. Las contracciones eran ya bastante fuertes. Me daba un poco de corte, la verdad, entre que conocía a Rosa y que mi marido no sabía nada del tema, pero empecé a trabajar con la A, bajito, como para mi misma. ¡Era genial! ¡Era como si el dolor se enredara en el sonido y no llegara hasta mi! Mientras tanto me seguía balanceando en la pelota. Rosa estaba sentada en una butaca, en una esquina de la habitación y mi marido en otra al lado de ella. Yo no les hacía caso. Tenía los ojos cerrados, y en cuanto venía una contracción empezaba con mis AAAAs. De repente mi marido empezó a deambular por la sala y me desconcentró, pero conseguí olvidarme de él y concentrarme en mi mundo. Las Aes cada vez eran más fuertes, a medida que las contracciones también lo eran. Y yo seguía totalmente serena. De repente rompí aguas. Plassss!! Y se mojó todo el suelo. Rosa lo secó, y volvió a sentarse. Y al poco tiempo me puse de pie. “Está bajando” le dije a Rosa. Ella sonrió. Y yo volví a cerrar los ojos. Me levanté de la pelota y apoyé las manos en la cama.

Las contracciones eran muy fuertes, y ya no era suficiente con las Aes, así que me acordé de los gritos controlados. Y empecé a gritar, al ritmo de la contracción. Cuando subían de itensidad subía también la intensidad del grito. Hasta que salío la cabecita, y la sujeté yo misma, ya de rodillas, casi. “Kaixo! Kaixo txiki!”(Hola! Hola peque!”) le dije mientras le acariciaba la cabecita. En la siguiente contracción ya estaba fuera. Rosa le dijo a mi marido que se acercara, y me ayudó a sujetar el cuerpecito. Como dijo Rosa después, acabamos los cuatro por los suelos, jeje. “¡A ti no te hacía falta nadie, si lo has hecho todo tu sola!” me dijo.

Me tumbé en la cama, Rosa me puso a Ibai sobre el pecho. Y le canté la canción que llevaba preparada. Fue muy bonito. Rosa no podía contener la lagrimilla. La placenta salió sin problemas y nos la enseñó. “Creo que está entera” dijo Rosa mientras la miraba.

Y así, nos convertimos en una familia de cuatro.

Muchas gracias Esther. Si no te hubiera conocido todo hubiera sido tAAAAn distinto… “

Oihane Beloki

2ª Semana Mundial
LA VOZ EN EL PARTO

5 Días para Descubrir Cómo La Voz puede Transformar la experiencia del Parto y Nacimiento

26 de MAYO! con directos cada día a las 18

Participa GRATIS en la 2ª Semana de la Voz en el Parto