Hoy compartiré un precioso testimonio. El de Elisa Romero, a la que tengo que decir que admiro muchísimo, como madre y como mujer, en ambas facetas buscando siempre ser honesta y fiel consigo misma. Todo un ejemplo ahora para mí en maternidad.
La conocí en un curso junto a su pareja estando embarazada de su hijo Pablo y les acompañé en un precioso grupo de musicoterapia en la crianza que continúa creciendo, ahora fuera “del aula”… y criando… incorporando más cachorros a la familia y cada día más amor entre nosotras.
Me ha inspirado a compartirlo el haber estado esta mañana en un taller con unas cuantas mamis con sus bebés (ahora en brazos) que compartireon grupo de canto prenatal hace pocos meses. Qué lazos tan especiales crea la música y el canto… es un lenguaje del corazón y el alma!!!.
Gracias por permitirme compartir estos momentos con vosotras y vuestros bebés.
Gracias Elisa por tus bellas palabras, tan generosas que sabes que me costaba compartir, pero ahí van!
Lo hago desde el corazón, desde el mismo lugar desde el que las he recibido por tu parte.
Esther
“Mi encuentro con la musicoterapia comenzó cuando estaba embarazada de 4 meses, fue un encuentro sutil pero que me ayudó a tomar conciencia de la existencia de un grito ahogado que me habitaba y que me llenaba de angustia. Afortunadamente el parto me ayudó a sanar porque me permití gritar poniendo conciencia en el grito, centrando la atención en mi vientre, modulando mi voz utilizando la vocal A. En ese sentido, parir a Pablo fue para mi una experiencia terapéutica .
Al mes de nacer Pablo decidimos asistir a un grupo de musicoterapia con otras mamás y bebés de las cuales conocía a dos familias y a Esther la profesora. Asistir a este grupo ha sido una de las mejores elecciones que he hecho en mi vida, en primer lugar porque pude compartir con un grupo de mujeres-madres mi experiencia del puerperio sin sentirme juzgada y sí muy arropada y respetada pese a que mi forma de pensar y vivir la maternidad a veces era diferente a la de mis compañeras – aunque en este sentido pienso que la maternidad es una experiencia muy personal, supongo que por ello la forma de vivirla es única e incomparable con el sentir del resto de personas, amigas, madres, abuelas-.
En segundo lugar, porque que me ayudó a fortalecer el vínculo con Pablo. Cuando le cantaba sentía que estábamos creando un espacio personal y único entre mi mirada y su mirada, entre mi corazón y su corazón, entre mi emoción y la emoción de mi bebé. Ese espacio de amor nos envolvía y nos envuelve en un círculo de luz que nos devuelve a un estado primitivo donde la razón se esfuma y sólo nos queda la emoción, el sentir y el experimentar. Durante ese momento me siento conectada con la vida y esa sensación me regala una paz interior que sólo consigo durante momentos de meditación.
La musicoterapia nos ha ayudado a nutrirnos emocionalmente, a mi porque he podido compartirme con otras mujeres maravillosas a las que adoro y siento parte de mi corazón y de mi existencia. A Pablo porque nuestros comienzos no fueron fáciles y siento que a través de la musicoterapia pudimos recuperar el tiempo que nos fue arrebatado.
Juntos y juntas aprendimos a cantar y a cantarnos, a acunar nuestros corazones al tempo de una melodía que nos envolvía y fortalecía tanto nuestra unidad como nuestra red de madres-mujeres -aprendizas , buscadoras llenas de ilusión, amor y fuerza.
No puedo dejar de contar algo que valoro muchísimo, me estoy refiriendo al buen hacer de Esther -la conductora de este grupo- . Ella ha sabido mediar con respeto, escucha, autoridad, amor, paciencia y humildad en este proceso nuestro de crecer como madres-mujeres. Ella ha sido un fuego que ha sabido alumbrarnos desde el lugar adecuado, a veces desde el centro del hogar, otras desde una esquina. A veces ha sido un fuego ardiente que ha iluminado todo el hogar otras ha sido un fuego pequeñito que ha permitido que sean otras quienes alumbren el hogar. Ha sabido actuar con mucho tacto, sutileza, respeto, limpieza y sobre todo mucho amor. Ha mimado cada momento, nos ha mirado individualmente, ha sabido atender a las necesidades del grupo y lo más difícil de todo es que ha sabido retirarse a tiempo para cerrar esta etapa maravillosa que tanto nos ha alimentado a todas. Este cierre ha servido para abrir otra época diferente, otra etapa nueva. Donde los encuentros son desde otro lugar, pero la esencia es la misma. La semilla ya está plantada y la regamos, la cuidamos en cada encuentro.
Honestamente y creo que hablo con conocimiento de causa, conducir un grupo con esta sabiduría es todo un arte. Es difícil de aprender porque requiere de una actitud y una calida humana superior. Conozco a muy pocas personas que hayan sido capaces de crear este clima y ambiente de amor, respeto y confianza sin dejarse llevar por sus egos. Enhorabuena Esther.
Gracias por todo amigas,
Elisa Romero”